Miro la vida desde detrás del cristal.
Cómo dentro, todos llevamos caricias de dolor, que se van moviendo conforme pasan los años.
A veces ese dolor hace volar el canto, dedos entre pinceles y los movimientos del corazón.
Otras tantas, nos hace creer en él como comandante de nuestros pensamientos y actitudes.
Dolor, ¿Con cuántas rocas y quintales de planes infinitos te he sumergido cada vez más profundo?
Te veo saliendo, te estás dejando ver.
Recuérdame cada vez que sales, que eres tan mío como las ganas de retenerte y ahogarte, tan propio cómo dejarte salir libremente en
forma de gotas que caen
sin previo aviso en mi cara.
Eres un baño de recuerdos y sensibilidad.
Para vivir más humana.